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[J.Puno] MACHISMO Y HOMOFOBIA COMO PILAR DE COLONIALIADAD. Este martes 2 de octubre, 5:00 pm. Casa de la Cultura de Puno. Por Eland Vera, Sona Molina, Gloria Espinoza, Judith Salazar y Luis Vilcatoma. En el marco de la 3era Jornada de conferencias Hegemonia,

domingo, 30 de septiembre de 2012

MACHISMO Y HOMOFOBIA COMO PILAR DE COLONIALIDAD.
Este martes 2 de octubre, 5:00 pm. Casa de la Cultura de Puno. Por Eland Vera, Sona Molina, Irazema Carbajal, Gloria Espinoza, Judith Salazar y Luis Vilcatoma. En el marco de la
3era Jornada de conferencias Hegemonia, cuerpO y Politicas Publicas. INGRESO LIBRE. Certificacion otorgada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Altiplano. Organiza YANAVICo Casa Taller.

El dispositivo saber-poder-placer es constitutivo del diagrama de poder de la Hegemonia.Machista patriarcal,homofobica y misogina. Las particularidades de las subjetividades que se constituyen en este diagrama,
la colonialidad del género y la interseccionalidad de las opresiones múltiples que
subyacen a este tipo de ejercicio de poder y los desafíos que se presentan a la cultura post moderna en la coyuntura actual signada por la presencia de un Estado patriarcal.
La sexualidad, al igual que la religión, el Estado o el patriarcado, es una gran invención. En el caso de la sexualidad, esta invención es producto del dispositivo saber-poder-placer (subjetividad), que se implanta en el siglo XIX a través de mecanismos de poder que penetran en la microfísica de los cuerpos. Occidente le ha pedido al sexo que, además de dar placer, proporcione la significación del cuerpo, de la subjetividad, de la biografía y de la individualidad del sujeto. De este modo, la sexualidad ha constituido al sujeto del Occidente cristiano-burgués, fundando su identidad de sujeto y convirtiéndose en su verdad última.
A partir de la Edad Media, vemos cómo en las sociedades occidentales los flujos
discursivos y las prácticas sobre el sexo fueron asumiendo formas racionales y científicas, que se articularon a lo que posteriormente se conoció como la scientia sexualis, en contraposición al ars erótica, propia de las culturas no occidentales. Para la scientia sexualis (ciencia seudocientífica sobre la sexualidad), de lo que se trataba era de una voluntad de saber, de conocer sobre la sexualidad; su objeto era la verdad sobre el sexo y no el arte de la búsqueda de la intensidad en la producción y obtención del máximo de placer, como ocurría con el ars erótica. De ahí que la historia de la sexualidad sea, según Foucault, la historia de la scientia sexualis, la historia de esta búsqueda compulsiva
y obsesiva de Occidente, durante muchos siglos, de la verdad de la sexualidad.
En la construcción de esta verdad jugará un papel importante el cristianismo, ya que al ascender a religión de Estado durante el Imperio Romano y al desplegar nuevas técnicas de poder para imponer sus tres grandes principios de moral sexual–monogamia, función reproductiva de la sexualidad y desvalorización del placer sexual–, sienta las bases para el surgimiento del poder pastoral. Este tipo de poder tendrá gran incidencia en la conformación de la sexualidad en Occidente y será trasplantado a nuestras tierras con la invasión colonial.

El poder pastoral es ejercido por unos individuos que se consideran a sí mismos como pastores de otros individuos considerados como rebaño en desplazamiento. Comprende una serie de técnicas y procedimientos de producción de la verdad sobre los secretos del sujeto, entre ellos, los secretos más íntimos y profundos relacionados con su sexualidad. Lo que se pide confesar no es solo el acto sexual, sino los pensamientos, los deseos, las cualidades del placer que lo constituyen o que se relacionan con él. Puesto que la finalidad del pastor es proteger y procurar la sobrevivencia de su rebaño, su salvación, el poder pastoral recurre al examen de conciencia ya la confesión, a través de los cuales obtiene la verdad subjetiva de cada uno de los miembros de su rebaño. El deseo sexual (concupiscencia) es parte constitutiva de esta verdad, y el cristianismo lo usó para controlar la subjetividad, convirtiendo los deseos eróticos del cuerpo en pecados de la carne, y haciendo que el propio sujeto se sujete a sí mismo ante la tentación carnal. Este resultado de las técnicas del poder pastoral ha permitido convertir a la sexualidad en carne, para regular una moral sexual orientada hacia la reproducción dentro de un cierto orden civil del cual somos parte.

De esta manera, el poder comienza a producir sujetos y cuerpos disciplinados a través de un conjunto de instituciones, discursos y prácticas en torno a la sexualidad, que Foucault denomina dispositivo de sexualidad. El dispositivo de sexualidad, lejos de respetar el mutismo que se había impuesto en la sociedad victoriana respecto a la sexualidad, contribuyó a su diseminación como scientia sexualis, que convertía el deseo sexual en discurso, obligando a confesar al sujeto sus placeres sexuales en detalle, e implantando, a partir del lenguaje de los placeres, sexualidades perversas y polimorfas, entre ellas la homosexual.
Con el dispositivo de sexualidad vemos aparecer también, en lugar de una teoría de
la sexualidad o de una moral sexual, una política del sexo, una racionalidad analítica
interesada en clasificar, administrar e investigar los fenómenos del sexo. Esta política del sexo implementa censuras y prohibiciones, pero sobre todo reglamenta los placeres, según criterios de utilidad pública.
Al igual que la pastoral cristiana de la carne, el dispositivo de sexualidad y la scientia
sexualis ponen al sexo como núcleo problemático, como secreto peligroso respecto del cual el sujeto debe confesar sus más íntimos y oscuros impulsos.
Desde el cristianismo hasta nuestros días, la sexualidad no solo ha sido considerada
como forma de reproducción de la especie o fuente de placer, sino que se ha convertido sobre todo en objeto de vigilancia, de interrogación, de dominio, de confesión en tanto verdad del sujeto. Una verdad considerada como fábula sobre el secreto del sexo y que, sin embargo, permite el ejercicio del poder sobre los placeres sexuales.
El dispositivo de sexualidad y la scientia sexualis han impregnado las sociedades
modernas, entre ellas la nuestra, de un discurso y de prácticas sexuales que hacen de la sexualidad un objeto de control y de dominación, y del cual es parte el programa de la liberación sexual. Los movimientos homosexuales, desde este punto de vista, estaríanpor un lado atrapados en el dispositivo de sexualidad del poder-saber de la scientiasexualis, pero por otro tenderían a desbordarlo, dado que todo ejercicio de poder implica también resistencia. La resistencia es una forma de combate, cuya potencia se extrae del enemigo, tal como ocurrió en el siglo XIX y comienzos del XX, cuando el movimiento homosexual se enfrentó a la patologización de la homosexualidad como estrategia opresiva sobre ella.
La homosexualidad como problema social, político y médico desde el siglo XVIII fue
parte de la implantación de las perversiones operada por el dispositivo de sexualidad y por el poder-saber de la scientia sexualis. Lo que se buscaba con la imposición de una moral sexual cristiano-burguesa, represiva y conservadora, apoyada en categorías médicas,pedagógicas y judiciales, era ajustar el cuerpo a una sexualidad genital y reproductiva apta para el trabajo útil y enajenado del capital. Sin embargo, esto no se logró. Lejos de reducir el universo sexual, lo que ha ocurrido en el siglo XIX y parte del XX es la producción de heterogeneidades sexuales, cuyo quiebre fundamental está precisamente en el uso improductivo de los placeres.

El movimiento por la liberación sexual surge como una interrogante a la ideología ya la moral cristiano-burguesa. Ya que el proceso de normalización cristiano-burgués apunta a mantener la imposición de una norma heterosexual dentro del marco de la familia monogámica y patriarcal. Esta norma ideal (irrealizable) gobierna tanto las prácticas sexuales (formas de hacer el amor) como los comportamientos afectivos (formas de vivir la propia vida como hombre o como mujer) y las referencias culturales (formas de representarse a sí mismo como hombre o como mujer).
Esta norma moral sexual impone una serie de postulados que podemos resumir de la
siguiente manera:
1. Que las relaciones sociales de dominación del hombre sobre la mujer, inducidas
por la diferencia de sexos, son naturales y fisiológicas. En función de esta
naturalización falocrática, la burguesía ha perpetuado la dominación milenaria
de los hombres sobre las mujeres, ha despojado a las mujeres de todo poder, las
ha excluido del saber y ha expropiado su sexualidad y su capacidad productora
de vida. Así, la sexualidad de las mujeres pasa a ser razonada en función de la
sexualidad del hombre y de los problemas que éste se plantea en relación con
ella, negando la existencia de un discurso sobre la sexualidad de las propias
mujeres.
2. Que la relación heterosexual entre los sexos es conforme y natural, por estar
orientada a la procreación. Con base en este postulado, se condena como
anormal y contraria a la naturaleza a las relaciones homosexuales.
3. Niega la sexualidad femenina y rechaza la homosexualidad y la sexualidad
infantil. Mujeres, homosexuales y niños son excluidos del cuerpo social para ser
recluidos en instituciones como la familia y la escuela. Es una norma misógina
porque odia lo femenino que subyace en lo infantil y en lo homosexual. En
función de esta norma moral sexual la mujer, el niño y el homosexual comparten
su infantilización, su inferiorización y la negación de su sexualidad.
4. Oprime incluso a los heterosexuales que aceptan cumplir sus preceptos;
inhibiendo sus placeres y presentándoles una serie de estereotipos para
la consolidación de la pareja heterosexual, legitimada por la institución del
matrimonio cuyo destino es la procreación. De ahí que se ejerza presión
social no solo sobre los solteros sino también sobre los casados sin hijos. De
esta manera, se codifica la vida sexual y afectiva de los individuos, a través del
discurso y la moral cristiano-burguesa.
5. Como cualquier forma de ideología, esta norma sexual se materializa en un
conjunto de instituciones sociales encargadas de inculcarla. Las tres instituciones
principales encargadas de educar a los individuos son: la familia, la escuela y
la iglesia. Y, en el caso de los hombres, esta educación se complementa en el
ejército, con el culto a la virilidad y el desprecio por las mujeres.

Aparte de estas instituciones encargadas de la inculcación de la norma sexual,
hay otras de relevo que se encargan de los desviados: la psiquiatría y la cárcel.
En la sociedad capitalista, la sexualidad es también fuente de beneficios. De ahí
que la norma juegue un papel importante en la comercialización, canalizando la
demanda hacia los circuitos comerciales creados: la pornografía y la prostitución.
6. Finalmente, la norma sexual transmite los valores propios de la clase dominante:
respeto por la propiedad privada y el culto al trabajo, entre los más importantes.
Esta normalización que penetra en la vida cotidiana crea lo que Jean Nicolas llama
procesos de sometimiento, a partir de los cuales se forjan sujetos aptos para integrar y perpetuar las relaciones de producción capitalista.

MACHISMO Y HOMOFOBIA COMO PILAR DE COLONIALIDAD.
Este martes 2 de octubre, 5:00 pm. Casa de la Cultura
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No me interesa la danza como expresion hedonista. Me preocupa la
situacion y condicion del "cuerpo" como signo de una realidad politico
social concreta."  Jesus Alegria
"Hay una razón que no aceptaremos; hay una apariencia de sabiduría que nos horroriza; hay una petición de acuerdo y conciliación que no escucharemos. Hemos sido reducidos a esa franqueza que no tolera la complicidad". Maurice Blanchot). 
¡Quienes han hecho del silencio complice una profesion!. De la neutralidad, un asolapado acto criminal. Y de la tibieza. ¿Una forma reiterada de obtener beneficios? Pierre Bordieu 

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